Su primer empleo, a los 11 años, fue limpiando tripas para embutidos. Es fanático del tango, el boxeo y el fútbol. Ha estado tres veces en la cárcel.
Le dicen "el Negro". Se llama Hugo Antonio Moyano. Tiene 74 años.
Y consiguió en Argentina lo que su mayor inspiración, el famoso sindicalista estadounidense Jimmy Hoffa, se propuso al iniciar su carrera: "Que todo lo que ande sobre ruedas, sea de Camioneros".
Si se contara con una mano a las personas más poderosas de la política argentina en la última década, Moyano entra en el quinteto.
El sindicalista controla camiones, peajes, fronteras, distribución de gasolina y recolección de basura, entre otras.
Aunque lleva casi 60 años vinculado al complejo mundo sindical argentino, en los últimos 15 años consolidó el poder con el que puede "parar el país".
Este miércoles, el dirigente quiso mostrar la vigencia de su músculo político en una marcha en la ciudad de Buenos Aires de la que varios gremios se apartaron.
Acompañado de cientos de miles de personas, entre banderas de todos los colores, bajo el humo de parrillas y cánticos peronistas, Moyano le pidió directamente al presidente, Mauricio Macri, que "no siga llevando adelante políticas que hambrean a la parte más sensible de nuestra sociedad".
Los observadores dicen que la movilización respondió al cerco judicial que apunta a Moyano, investigado en dos causas. Que, como busca defender sus intereses personales, muchos sindicatos lo abandonaron.
"No estoy implicado en ninguna causa de corrupción por ahora. Si tuviera un problema, tengo suficientes pelotas para defenderme solo", afirmó Moyano en un breve pero eufórico discurso.
Con o sin los principales gremios, Moyano probó que puede convocar varios miles de personas. Camioneros, de hecho, tiene casi 200.000 afiliados.
Argentina no se paralizó del todo el miércoles. Pero la marcha de Moyano probó que los paros, la tensión política y una eventual paralización se convierten ahora en la principal amenaza para los planes reformistas de Macri.
BBC Mundo se comunicó con Moyano y sus dos hijos y aliados políticos, Pablo y Facundo Moyano, para este reportaje, pero no obtuvo respuesta.
Cerco judicial
En una larga vida de lucha política, no es la primera vez que Moyano es investigado por la justicia.
En los 90, para citar un ejemplo, lo acusaron de tenencia ilegal de drogas después de que encontraron al menos 300 gramos de cocaína en su oficina. Él alegó que la sembraron. Y nunca pudo ser inculpado.
Esta vez lo investigan por enriquecimiento ilícito en la gestión del enorme sistema de salud del sindicato de camioneros y lavado de dinero a través de Independiente, el club de fútbol del que es presidente.
Moyano niega los cargos. Dice que es parte de una persecución judicial y política orquestada por el gobierno de Macri.
"Si voy preso, que sea en la celda de al lado del padre de Macri", aseguró, en referencia al empresario Franco Macri, un viejo conocido, aliado y enemigo suyo.
Pero más que el tire y afloje político entre sindicalista y presidente, un clásico de la política argentina, lo que da solidez a la idea de que Moyano puede ir preso es que tres importantes sindicalistas fueron arrestados en el último año.
Y dos líderes de la "barra brava" (grupos de simpatizantes violentos) de Independiente fueron detenidos. Sus testimonios documentan una de las denuncias contra Moyano.
Sindicalista y belicoso desde niño
Hugo Antonio nació en la ciudad turística y pesquera de Mar del Plata. Su madre era evangelista y su padre un camionero y bombero que repetía a gritos por la ventana los discursos de Juan Domingo Perón.
"El hombre del camión", una biografía de Emilia Delfino y Mariano Martin con la que Moyano no quedó contento, argumenta que haber nacido en una ciudad de ricos probablemente inspiró su obsesión por luchar contra empresarios explotadores.
Moyano, según el reportaje, fue peleador desde niño, amante del boxeo y delegado sindical desde los 18 años de la empresa de mudanzas en la que trabajó por años, Verga Hermanos.
Ser sindicalista es difícil en cualquier país. Pero Moyano lo fue en Argentina, país que desde los años 70 vivió un sangriento régimen militar, persecución política, hiperinflaciones, devaluaciones y corrupción, entre otras.
Su participación en cada una de esas traumáticas etapas de la historia argentina es compleja y ardua, en parte porque si bien es peronista, su filiación política es indescifrable.
Durante el gobierno de Carlos Menem, por ejemplo, Moyano fue aliado y opositor, aunque se vio beneficiado por la política de desmantelar los ferrocarriles.
Los conocedores dicen que su obsesión empieza por ser el sindicalista más poderoso y termina por convertirse en presidente.
Aunque no se lo dijo a nadie, Moyano relata que desde el inicio de su carrera quería ser dirigente de la Confederación General del Trabajo (CGT), cosa que logró pero luego se peleó con la dirigencia y creó la llamada CGT disidente.
Olfato, reflejos, cinismo. Trabajo de hormiga. Un café acá, otro allá. Así se hace la política en Argentina y así construyó Moyano su poder, basado en la desconfianza y la falta de pleitesía ante poderosos y empresarios.
En 2003, el presidente Francia, Jacques Chirac, tuvo que llamar a su homólogo argentino, Néstor Kirchner, para detener un boicot de Moyano a la empresa francesa Carrefour por una cuestión de contratos.
En 2006, el gobierno chino tuvo que frenar la compra de dos barcos de soja argentina para responder al boicot de Moyano a supermercados chinos en Buenos Aires.
Hasta los músicos de Aerosmith o Keane se enteraron de Moyano cuando vinieron a Argentina en 2007 a un festival de rock que casi no se celebra por una protesta de Camioneros.
No hay manual de buenos oficios en la política argentina. Moyano lo sabe.
Poderoso, misterioso y ¿millonario?
Pero más que eso, lo que sus críticos le achacan es que parece haber creado una fortuna de la mano de Camioneros, en especial durante el gobierno de Néstor Kirchner.
La justicia investiga las empresas que están bajo la conducción de Liliana Zulet, tercera y actual esposa de Moyano.
Se trata de una prestadora de servicios médicos, una textilería, un servicio de correo y una constructora que dependen del sindicato pero cuyos fondos fueron presentemente dirigidos a las cuentas bancarias de la familia Moyano.
Hugo Antonio tiene siete hijos. Pablo, el mayor de todos, es secretario adjunto del sindicato. Paola, la segunda, está casada con Claudio Tapia, presidente de la Asociación Argentina de Fútbol. Facundo, el quinto, es diputado, sindicalista y figura recurrente de las revistas de farándula.
"Tras el fin de los gobiernos kirchneristas, la figura de Moyano se ha ido disminuyendo", le dice a BBC Mundo Emilia Delfino, coautora de la citada biografía.
"Por un lado porque se dio cuenta de que no pudo cumplir su principal objetivo, que era ser un político importante, y por el otro porque se ha volcado al fútbol y a construir su legado en torno a sus hijos", asegura la periodista.
Aunque lo entrevistó cuatro veces para el libro, Delfino está vetada en eventos de Camioneros.
"El poder gremial es súper verticalista; son espacios donde no se discute la palabra del líder; llevan 20 años de líderes; no están acostumbrados a que los cuestionen", asegura.
En las pocas entrevistas que da —casi siempre en Crónica, un canal popular de televisión— Moyano suele manifestar esa desconfianza que tiene en los medios, que según él no luchan por los derechos de los trabajadores.
"Nos ven feos, sucios y malos", suele decir Moyano. Como protagonistas de una película de vaqueros.
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